Estaba dándole a los pedales y me ha venido a la cabeza, ¿Cuánto llevo sin escribir en el diario del coronavirus? Ha sido algo que ha ido muriendo, por inanición, por falta de ganas, por dejarlo estar, por esa hartura, por no acordarme, porque hay que dejar paso, a pesar que, esto todavía no ha terminado, ¡Ojalá¡, pero todavía nos queda, quiero dejarlo, pero no ha llegado el momento o por lo menos así lo siento.
Estamos vacunados sobre un treinta por ciento con las dos dosis y un cincuenta con una dosis, qué quiere esto decir, que vamos hacia adelante, que la cosa va funcionando, no como nos decían, pero sí, a un paso lento, pero seguro.
No quiero meterme más en datos y cifras, que siempre son engañosas, la realidad es que, la pandemia parece que nos está dejando respirar un poco, nos estamos relajando, siempre con el temor de las olas, que esperemos que ahora sean de las del mar y no de contagios.
Esta mañana he salido a dar un paseo con la bici, en plan relajado, sin ningún propósito, solo salir a montar en bici, que el aire me dé en la cara, que el sol me ilumine y me de fuerza, pues eso, a respirar y sentir esa sensación de libertad, de abandono, de saber que estás vivo, que formas parte de algo superior, que la vida te regala esos momentos y a disfrutarlos… y como dice la canción de, Tu otra Bonita, y ha venido un tonto y te ha tocado, eso, me ha tocado, os cuento.
Lo que me ha pasado en una pequeña rotonda al final de la carretera del aeropuerto, en la bici de vuelta hacía Almería, uno va a sus cosas, siempre con mucho cuidado y el susodicho, ese personaje innombrable, entra a la rotonda por mi izquierda en una moto y yo a la misma vez, tiramos los dos en dirección a mi derecha, yo casi parado y él también, los dos arrancamos despacio y con espacio suficiente, cuando me adelanta me dice: “¡Qué, qué morro tienes¡” Me quedo perplejo, sin saber muy bien a qué se refería, en seguida me doy cuenta que era por la rotonda y le digo que yo he llegado antes a la rotonda. En ese momento se encoleriza, acelera se pone a mi altura y me llama: “Subnormal, el mundo está lleno de subnormales”.
A mí, me han entrado ganas de reír, por no llorar, de verdad, ¡esto me está pasando¡, esa persona, se sentirá muy orgulloso de sus insultos, pobre infeliz.
Vamos a suponer, que esto hubiera ocurrido al revés, lo lógico es dejar paso a la bici, que es el vehículo más débil, en una bici no va un ciclista, va una vida, teníamos sitio los dos independientemente de quien tuviera la razón, que sinceramente creo que era yo, pero, los dos medio parados en una rotonda y yo le salgo a él por su derecha, es ganas de insultar y de entrar en conflicto.
El señor en cuestión ni se ha parado, ni ganas tenía, ha pegado un acelerón en su súper moto y listo, se ha quedado a gusto con sus insultos y sus gritos. Y así mejor, creo que no le podía explicar mi punto de vista.
No entiendo, ¿por qué se ponen tan nerviosa la gente?, qué ganan con esa actitud. ¿Nos tienen manía a los ciclistas? ¿Les estorbamos? Porque no lo entiendo, lo veo en la carretera, los conductores cada vez nos respetan más, se paran, a pesar que nos pueden adelantar en raya continua, se esperan que no venga ningún coche en frente, sí estoy notando en los últimos años un respeto muy grande. Pero en la viña del señor hay de todo, esos personajes innombrables existen y son los menos, pero si ha venido un tonto y te ha tocado…
Y no es, y un tonto te ha tocado, sino, si un idiota te ha tocado, que parece lo mismo, pero no lo es, y no lo he hecho a propósito, ha sido un lapsus de memoria, eso que escuchas y entiendes otra palabra, cosas de la vida …