Estamos en junio un bonito mes, me trae gratos recuerdos, el principio del verano, es tiempo de salir, de respirar, de sol, de tardes largas en la sombra y esas noches interminables, con esa temperatura que te llega al sentir y sin embargo es un mes de fin de ciclo, del cambio de casas de dejar a unos amigos para volver con otros, eso me pasaba en mi infancia y juventud y de alguna manera me sigue pasado ahora, así es la vida, dejar paso a otros que vayan entrando nuevos, esos que solo vuelven en verano y que en septiembre se van con los primeros frescos.
Qué cosas, cómo nos cambia nuestras sensaciones con esos calores, cuando más lo noto es al atardecer, ¡cómo me gusta¡, ese calor que no es calor, es otra cosa, una sensación muy agradable, que lo envuelve todo, que lo comparte todo, que está en todas las partes, que se respira y se siente en todos los poros de mi cuerpo. Qué bien que me sienta, me siento vivo, me habla y me contagia las ganas de vivir, de saber que formamos parte de algo más grande que nuestra vida.
Volviendo, a la vida y al camino recorrido, ese que se nos tuerce, sin saber y que cuando nos damos cuenta, ya estamos en él, nos atrapa y no nos deja salir es más fuerte que nosotros. Lo que se muestra suave y va entrando sin fuerza y con mucho tacto, te agarra fuerte, no te suelta, tampoco tienes fuerzas, vas renunciado a tu vida en pro de ese camino, que creías que era el tuyo, solo era un engaño, no quiero renunciar a mi vida.
El amanecer, ese milagro, que nos regala la vida todos los días, nos hemos acostumbrado y no lo notamos, ¡es increíble¡ Cómo sale la gran estrella de la vida, primero de color anaranjada, una esfera incandescente que nos ilumina y nos da ese calorcito que nos alimenta, ¡qué maravilloso¡ Esa es la maravilla, más maravilla que existe, somos la luz que nos da el sol. En ese amanecer la vida se apaga, el viento se congela, los animales se callan, es silencio de vida, de comenzar nuestra día, algo tan grandioso que no somos capaces de comprender, estar vivo, me planto aquí, que empiezo a divagar sobre las grandes preguntas que ya he expuesto un montón de veces y que no logro encontrar sus respuestas, a veces veo un pequeño rayo de luz, que se me difumina en el momento que quiero comprender.
Volviendo al Tao, “El Tao que puede llamarse Tao, no es el verdadero Tao. El nombre que se le puede dar no es su verdadero nombre.”
Si intentas comprender, se diluye la comprensión, es tan grande que se nos escapa, se encuentra en otro mundo, por decir algo que no sea muy trascendente, para trascendente la canción de Macaco, “Madre Tierra”.
Hay una cuestión de, yo, yo diría,
Como es de amor a la tierra, no?
Es decir que somos parte de las raíces,
De donde nacemos.
Entonces pensando en esto,
Se nos ocurre una canción.
Qué difícil cantarle a tierra madre,
Que nos aguanta y nos vio crecer.
Y a los padres de tus padres,
Y a tus hijos, los que vendrás después.
Hay una cuestión de, yo, yo diría,
como es de amor a la tierra…