En ocasiones tenemos esa necesidad de hablar, de comunicarnos, de decir cosas sobre nosotros, sobre nuestros pensamientos y en general de todo lo que nos rodea. Somos animales parlantes, la palabra nos hizo libres, nos doto de la suficiente fuerza para ir venciendo obstáculos que la naturaleza nos imponía.
Empezamos organizándonos por familias, tribus, pueblos, ciudades… gracias a esa comunicación fuimos capaces de sobrevivir al hambre, vinieron las guerras por las diferentes opiniones, nos esclavizamos por nuestras opiniones.
A veces somos esclavos de nuestras propias palabras, expresamos nuestros sentimientos hablando, demostramos el amor y el odio escupiendo palabras envenenadas o poéticas, hablando sin sentido solo por hablar.
A veces estamos mejor callados y un silencio dice más que muchas palabras, me maravillo de la lengua hablada, comunicarnos, hablar, hablar y hablar, un incesante flujo mental y de palabras habladas, también es cierto que no todas las palabras habladas están pensadas, a veces disparamos dardos envenenados que nuestro subconsciente guarda escondido y cuando menos te lo esperas te sorprende, y te quedas a cuadros con la cara de sorpresa, al igual que en tu interlocutor y sin saber cómo salir de esa encrucijada.
En una conversación, cuando las palabras se acaban surgen los silencios, a veces largos, otros cortos y otros muy largos se agotan las palabras y lo mejor es seguir por otro camino con nuevas palabras o ideas, también está dejar pasar un tiempo para que el interlocutor hable, se exprese, pero también puede pasar que a este se le ha ido el santo al cielo o simplemente ha perdido el hilo de la conversación.
Cuántas palabras habladas, cuántos silencios y cuántas palabras que no decimos, que quisimos decir, que se nos habían terminado, no salían de nuestra boca, se quedaban en el intento, bien por hastío o simplemente por desgana. Otras que no nos atrevimos.
Contar cosas nuestras no sienta bien, es una liberación de pensamientos que vienen de un incesante pensar y quieren salir. Saber escuchar es más difícil que contarlas.
Cargamos a nuestro escuchante de nuestros problemas con esa carga emocional que conlleva; compartir problemas es de alguna forma trasladarlos a otros, para que busquen soluciones o empaticen con nosotros, ese intercambio de energía de liberación y aceptación.
Hay días que me agoto mentalmente, me quedo sin pilas, estoy fundido, no tengo más ganas de escuchar, ni de hablar, solo quiero paz y amor…
Nueva entrada de este año 2022.¡¡¡¡ Feliz año!!!!