Ocaña

Mi viaje a Ocaña, un viaje de vuelta, la ida ya la hice hace tiempo, voy con mi madre y mi hermano, vamos  los tres, allí nacimos,  son nuestros  orígenes. Mi madre es oriunda y mis abuelos maternos  también, es  una ilusión de volver o retornar al origen a lo que fuimos, a lo que he sido y a lo que soy. Sin saber, necesito este viaje de reencuentro con un pasado olvidado y muchas veces recordado.

Gigantes en la Plaza Mayor

Cuando mi hermano me dijo que quería ir con mi madre a Ocaña  a ver a su Virgen de los Remedios, su patrona. Nada más comentármelo me entran muchas ganas de ir, me ilusiono, una sensación de vértigo, de no poder resistirme, algo que siempre ha estado ahí, en otras ocasiones no tenía necesidad, esa que sí tengo ahora, era algo más grande que yo que me arrastraba que me atraía hacia ese pueblo de reencuentro.

Convento de Santo Domingo

Ir con mi hermano y madre es importante y estar con mi madre y poder hacerla un poco más feliz, un orgullo, esta vez no podía fallarla, esa sensación que a veces tenemos que no hacemos las cosas bien por más que te esfuerzas, eso no quería  que me pasara, no quería tener que arrepentirme.

Viví en Ocaña desde que nací hasta los cinco años y tengo pocos recuerdos, algunos  tengo: uno malo que  casi me atropella un coche en la carretera nacional,  a la salida del colegio, estamos esperando para cruzar la calle, me tienen cogido  por el chubasquero, me resbalo y  el coche  frena justo cuando me van a atropellar, si recuerdo que lo pase fatal que salí corriendo buscando a mi padre. Otro recuerdo en el colegio, un columpio circular de estos que dan vueltas. Otro, luctuoso, como se nos gravan los malos recuerdos, en el patio de un jardín de una casa-pabellón donde vivíamos, había un pájaro y recuerdo que lo pasé muy mal porque se lo comió un gato.

El rollo o picota de Ocaña. Las picotas son columna de piedra, sobre las que se exponía a los reos y las cabezas o cuerpos de los ajusticiados por la autoridad.​ La pena de exhibición en la picota aparece ya legislada en el siglo XIII , en el libro de Las Partidas, de Alfonso X, considerándose la última de las penas leves a los delincuentes para su deshonra y castigo.

Viaje realizado, corto pero con muy intenso, ha sido un abrir y cerrar de ojos, de esos que tienes tantas ganas que lo quieres vivir tanto, que no te enteras.

Me he reencontrados con mis primos de Aranjuez y con mis primos y mi tía de Ocaña. La mayoría de mi vida hemos vivido solos, digo sin familia, hemos estado en ciudades a las cuales no conocíamos a nadie, sí muchos amigos pero nada de familia, ese reencuentro que hacíamos en nuestras vacaciones de infancia, lo hemos vuelto a hacer en la edad adulta, ya maduritos y la experiencia muy buena.

Fuente Grande.

Vale sí, ya vamos cumpliendo años y te apetece ver a tu sangre, como dicen los sevillanos, tus primos y familia, una atracción que no sabes, pero que existe, te sientes atraído a hacia algo que te llama. Una nueva sensación de sentirte unido a algo que va más allá de ti.

Mi madre muy contenta ha visto a gente que hacía muchos años que no veía, las fiestas del pueblo con su gigantes y cabezudos y sobre todo mi madre quería ver a su hermana y a su virgen de los Remedios hemos asistido a la misa, muy bonita y luego por la tarde había una procesión.

La Virgen de los Remedios

Ver a mi Tía que es la única hermana viva que tiene a mi madre, nos ha emocionado mucho. A pesar de cumplir años sigue teniendo el mismo humor y sus bromas que no sabes si son en broma o en serio, te dejan parado, sin saber que contestarle.

La feria de Ocaña, sin las atracciones y los puestos de feria en la Plaza Mayor  es  menos feria. Los han trasladado a la periferia, porque dicen que el ruido molesta  a las piedras, que como lo han restaurado, no vaya a ser que se les moleste y en cambio si ponen un grupo de música por las noches, esos decibelios se ve que no les molesta, un despropósito, que su razón de ser tendrá, pero yo no la encuentro.

Me ha dado mucha alegría ver a los gigantes y cabezudos con su charanga, de pequeño me daban miedo, iban moviendo los brazos, se balanceaban y creía que me iban a coger y pensaba que los que iban dentro eran así de grandes.

Gigantes y cabezudos en una calle el pueblo

En los pueblos las fiestas las viven todos sus habitantes, son  muy intensas, nosotros íbamos a desayunar sobre las 9 y todavía estaba la gente por las calles tomando cubatas y la orquesta tocando acompañando la fiesta. Qué bien se lo pasan que alegría de fiesta y de vivir. Habrá que repetir.

Garrita de la prisión de Ocaña I. Año de construcción 1701.

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